Foto: John Jones



Hace meses, casi un año, pensé que dejaría de escribir cosas tristes, porque tengo una capacidad para generar imágenes de tristeza que me aterra, y por eso invité al confinamiento cualquier intención que tuviera de escribir la lástima. Pero ahora tengo un problema de forma, porque estoy a punto de empezar un texto así: “Me entristece mucho que”. Y es que me siento muy triste, pero no tengo ganas de escribir una pieza deprimente para acompañar a personas depresivas en su descenso a la miseria.

El caso es que tengo una afección neurológica que me hace percibir la realidad de una forma muy translúcida, tanto psicológica como sensorialmente. A pesar de los esfuerzos que consigo hacer y de los años que consigo cumplir, no acierto a encontrar la medida justa entre lo que experimento y lo que es. Porque el problema realmente gordo de percibir la realidad con tanta translucidez es que la manera como expreso la realidad es también muy diáfana e intensa. Y me siento muy triste, ya que a pesar de este mantra que circula por el primer cuarto de siglo veintiuno que habla de aceptar la diferencia, me siento fuertemente obligada a ser no-yo para no dar miedo, para que la mayoría de personas que habitan la sociedad no se sientan amenazadas por mis superpoderes.

Pero hay un problema.

Ahora necesito conseguir ASAP un trabajo estable de correctora para poder hacer frente a los gastos que generamos mi hija, mi casa y yo. Conseguir trabajo no es fácil para nadie, no es ningún secreto, y a menudo tienes que mantener conversaciones extrañas con los contratantes que te hacen decir y aceptar cosas con las que no estás de acuerdo. Pero –y ahora emerge mi problema– yo no sé estar en desacuerdo conmigo, no sé ser no-yo, y siempre que lo hago acabo en urgencias con un Diazepam de 25 mg debajo de la lengua, y esto, que es lo que recomienda el primer cuarto de siglo veintiuno –“sé tú misma”–, es un gran problema cuando te sale de natural. Choca frontalmente contra el sistema de moldes y plantillas según el cual está estructurado el mundo. Sobre todo el laboral.

–Nos han dicho que eres buena correctora, con experiencia contrastada.
–Sí, gracias, Empresa. Llevo casi veinte años, hay personas importantes que me recomiendan y me piden que corrija sus libros, soy muy obsesiva, lo busco todo, dudo de todo.
–Ahá, muy bien, nada que decir, we want you as a new recruit.
–Sí, pero hay algo.
–Adelante.
–Para hacer bien mi trabajo tengo que hacerlo desde casa, sin olores ni sonidos extraños, sin personas cerca, en un aislamiento sensorial bastante extremo, totalmente sola.
–¿Perdón?
–Sí, pero no se preocupe, Empresa, si lo que quiere son textos impolutos, le aseguro que los tendrá.
–Pero…

Y aquí es donde los mecanismos de defensa de la Empresa se activan y generan excusas lubricantes para no decir “eres rara y no te quiero”. Es triste. “Aunque seas la mejor correctora del mundo no te quiero porque eres rara”. Es supertriste.

A pesar de todo, acabo de repasar lo que he escrito y creo que no ha quedado triste.

Bueno, la cuestión es que me da mucha pena que personas laboralmente competentes pero con actitudes sociales diferentes tengamos que acabar con el botiquín lleno de ansiolíticos y antidepresivos porque las personas que solo tienen paracetamol y tiritas no entienden que lo nuestro es un superpoder. Yo no habría podido llegar a ser la correctora que soy si no lo hubiera podido hacer desde mi aislamiento. Eugenia no habría sacado un 9,1 de media de 2º de bachillerato si no le hubieran permitido estudiar desde casa. Juan no sería el entomólogo que es ahora si sus padres no hubieran tolerado que se pasara las tardes sentado al pie de una encina mirando hormigas. Y así, hasta el infinito. No somos extrañas, solo necesitamos otras cosas; por eso, Empresa, si REALMENTE quiere textos impolutos, ¿qué problema tiene con que que yo sea yo? ¿Qué le asusta REALMENTE de mí? ¿Qué quiere REALMENTE de mí?

Comentaris

  1. Icona del comentari de: Rosa a novembre 27, 2023 | 20:11
    Rosa novembre 27, 2023 | 20:11
    Una abraçada gegant Espe💗💗💗

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