“Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas…” El 1999 Sabina va publicar 19 días y 500 noches. Vint anys després d’aquell desamor, el poeta Benjamín Prado i la cantant Travis Birds s’han posat a la pell de María, la dona que va plantar el cantautor, per dir que no tot va ser tal com ell ho recorda. 19 días y 500 noches después forma part del disc tribut a Sabina Ni tan joven, ni tan viejo, que compta amb les versions de trenta-vuit artistes (des de Serrat i Amaral fins a Manolo García i Estopa).


Todo da una de cal y otra de arena,
todas las caras tienen su cara y su cruz,
todos somos un pájaro que vuela
a la vez hacia el norte y hacia el sur.

Todo lo que se vuelve a contar ya es otra historia,
todo lo que se rompe inventa a su enemigo
y la misma canción, al cambiar de persona,
no dice lo de siempre cuando dice lo mismo.

Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un whisky on the rocks.
Lo sé porque fui
la infeliz que mordía su anzuelo
mientras le creí.

De pronto me vi
como el busto de un rey destronado
pisoteado en el suelo.
Yo era la sota de las barajas
y la planta baja
de los rascacielos.

Y es que tenían razón
sus amantes,
con él hay un antes,
pero un después no.
Conmigo fue así,
dijo que era
su media naranja
y se puso a exprimir.

Ya luego empezó
a dar vueltas
igual que un león
dentro de una jaula
que rugía
mirando a la luna,
mujer solo hay una
y esa es mi María.

Luego se fue
bajó a por tabaco
y volvió a los tres meses,
vino haciendo eses
y hecho un perro flaco
pidió que le abriese
con dos arrumacos
le quité la llave,
el abono transporte,
por decirlo suave,
le di pasaporte
y le dije: “Colega,
tú has perdido el norte”.
Yo he estado tan ciega,
que pensaba
que ya me quedaba
sin Alfa ni Omega
si él me abandonaba.

Esa canción
en la que contaba
la historia a su modo,
en la que me echaba
la culpa de todo
de las tropelías
y las tonterías,
donde me compraba
con bisutería
mientras le servía
jarros de agua fría
yo le añadiría,
por ponerle el broche
que a mí, sin embargo,
sus famosos 19 días y 500 noches
se me hicieron largos.

Dijo hola y adiós,
y el portazo sonó
como un signo de interrogación.
En vez de sufrir,
me lié con uno del PP
y socio del Real Madrid,
que canta hip hop,
juega al pádel, al tenis y al golf
y es antitaurino.
Ha montado su propio bufete,
yo le pongo un siete,
él me ve y hace el pino.

Sabina huyó.
Se fue dando saltos
igual que un conejo,
pero como artista
ha llegado muy lejos.
Ve a Dios retratado
al mirarse al espejo.
Yo le vi en las Ventas
cantar nuestra historia
y como el caballo
atado a una noria,
que va como un rayo
tras la zanahoria.
Mi voz le seguía
y al bailar que soñar con los pies
volví a ser la de ayer
cuando le quería.

Esa canción
en la que contaba
la historia a su modo,
en la que me echaba
la culpa de todo
de las tropelías
y las tonterías,
donde me compraba
con bisutería
mientras le servía
jarros de agua fría
yo le añadiría,
por ponerle el broche
que a mí, sin embargo,
sus famosos 19 días y 500 noches
se me hicieron largos.

Luego se fue
bajó a por tabaco
y volvió a los tres meses,
vino haciendo eses
y hecho un perro flaco
pidió que le abriese
con dos arrumacos
le quité la llave,
el abono transporte,
por decirlo suave,
le di pasaporte
y le dije: “Colega,
tú has perdido el norte”.
Yo he estado tan ciega,
que pensaba
que ya me quedaba
sin Alfa ni Omega
si él me abandonaba.


Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un whisky on the rocks,
en vez de fingir
o estrellarme una copa de celos
le dio por reír.

De pronto me vi
como un perro de nadie
ladrando a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios
y escarcha en el pelo.


Tenían razón mis amantes
en eso de que antes
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez yo quería quererla querer
y ella no.

Así que se fue,
me dejó el corazón en los huesos
y yo de rodillas.
Desde el taxi
y haciendo un exceso,
me tiró dos besos,
uno por mejilla.

Y regresé
a la maldición del cajón sin su ropa,
a la perdición de los bares de copas,
a las cenicientas de saldo y esquina,
y por esas ventas del fino Laína,
pagando las cuentas de gente sin alma
que pierde la calma con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando la bolsa y la vida
la fui poco a poco
dando por perdida.

Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología
de sábanas frías y alcobas vacías,
para no comprarla con bisutería

ni ser el fantoche que va en romería
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería
que tardé en aprender a olvidarla
diecinueve días
y quinientas noches.

Dijo hola y adiós,
y el portazo sonó
como un signo de interrogación,
sospecho que así se vengaba
a través del olvido
Cupido de mí.

No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa.
Siempre tuvo la frente muy alta
la lengua muy larga
y la falda muy corta.

Me abandonó
como se abandonan
los zapatos viejos,
destrozó el cristal
de mis gafas de lejos,
sacó del espejo
su vivo retrato,
y fui tan torero
por los callejones del juego y el vino
que ayer el portero me echó del casino
de Torrelodones.
Qué pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento
en el mismo momento
que ella me lo mande.

Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología
de sábanas frías y alcobas vacías,

para no comprarla con bisutería

ni ser el fantoche que va en romería
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería
que tardé en aprender a olvidarla
diecinueve días
y quinientas noches.

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