Morena mía,
voy a contarte hasta diez:
Uno es el sol que te alumbra.
Dos, tus piernas que mandan.
Somos tres en tu cama… tres.
Morena mía,
el cuarto viene después.
Cinco, tus continentes.
Seis, las medias faenas
de mis medios calientes.
Sigo contando, ahorita…
Bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Morena mía,
siete son los pecados cometidos;
suman ocho conmigo.
Nueve, los que te cobro…
Más de diez he sentido.
Y, por mi parte, sobra darte lo que me das.
Dámelo, dámelo bien.
Un poco aquí,
¿un poco a quién?
Cuando tu boca me toca,
me pone y me provoca,
me muerde y me destroza…
Toda siempre es poca.
Y muévete bien,
que nadie como tú me sabe hacer el café.
Morena gata,
y me mata,
me mata y me remata.
¡Vámonos pa’l infierno!
Aunque no sea eterno…
Suave, bien, bien,
que nadie como tú me sabe hacer el café.
Pero cuando tu boca me toca,
me pone y me provoca,
me muerde y me destroza…
Todo siempre es poca.
Y muévete bien, bien, bien,
que nadie como tú me sabe hacer… uff… café.
Bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Morena mía,
si esto no es felicidad,
que baje Dios y lo vea.
Y, aunque no se lo crea,
¡esto es gloria!
Y, por mi parte, pongo el arte.
Lo que me das, dámelo,
y dalo bien:
un poco así… ¿y un poco a quién?
Pero cuando tu boca me toca,
me pone y me provoca,
me muerde y me destroza…
Toda siempre es poca.
Y muévete bien,
que nadie como tú me sabe hacer el café.
Morena gata,
ay, me mata,
me mata y me remata.
Vamos pa’l infierno,
aunque no sea eterno…
Suave, bien, bien,
que nadie como tú me sabe hacer el café.
Y es que cuando tu boca me toca,
me pone y me provoca,
me muerde y me destroza…
Toda siempre es poca.
Y muévete bien, bien, bien,
que nadie como tú me sabe hacer…
Uff… café.